La señora Anette usa una correa de cuero grueso, queja, doblada por la mitad en el desnudo y pálido del esclavo. Debe agarrar ambos lados del banco de azotes, sus dedos cavan en la madera y sonriente sus tetas para no saltar del duro sufrimiento. Pronto se vuelve sensible por la parte trasera y los trazos constantes de Anette y aumenta su poder sin pensarlo.